miércoles, 28 de julio de 2010


La primera plaza de toros de España fue la de Olot, en la provincia de Gerona.

El toro es un elemento clásico que forma parte de las fiestas de los países mediterráneos desde hace siglos. Las celebraciones con participación de toros han ido evolucionando a lo largo de los años, según los habituales factores externos.

En Cataluña hay constancia de la celebración de “correbous” y corridas de toros, como mínimo, desde el siglo XV. Ripoll, Camprodon, Figueres, Vallfogona, Sant Andreu de Llavaneres, Vic, Tortosa, Cardona y Olot son sólo algunos de los pueblos dónde se celebran, o se han celebrado, fiestas con toros.

Al contrario de lo que se pueda pensar, las corridas de toros, tal y como las entendemos actualmente, no son una tradición andaluza. De hecho, antes de que se celebraran corridas en Andalucía, ya se celebraban en el sur de Francia, en Cataluña y en el País Vasco.

El papel de Cataluña y de los toreros catalanes en la evolución del arte de la tauromaquia ha sido crucial. Muchas de las leyes, paseos y tradiciones fueron creados aquí. Barcelona fue, durante muchos años, la ciudad más importante del mundo con respecto a toros, y llegó a mantener, con éxito, tres plazas a la vez dónde se celebraban corridas semanales, con carteles de primera fila.

La edad de oro del toreo catalán empieza en 1834, con la inauguración de la primera plaza de toros que hubo en Barcelona. Conocida popularmente como El Torín, fue proyectada por el arquitecto Josep Fontserè i Domènech a partir de un encargo de la Casa de la Caridad, que celebraba corridas para financiar sus gastos. En esta plaza, situada en el popular barrio de la Barceloneta surgió la tradición, mantenida todavía ahora, de acompañar las aclamacions del público con música. Una tarde que toreaba, con mucho de éxito, Rafael Molina Sánchez, Lagartijo (1841-1900), alguien del público, por enfatizar la calidad del trabajo, gritó: ¡Música! Y la orquesta tocó. Desde aquel momento, en todas las plazas, se acompañan las ovaciones del público con música. El Torín cerró sus puertas el 1923, tras casi un siglo de corridas.

La segunda plaza que se inauguró en Barcelona es la de Las Arenas, que se construyó en 1900 siguiendo el estilo mudéjar, muy de moda en la construcción de las plazas de toros de la época. El diseño era del arquitecto August Font i Carreras, tenía capacidad para 14.900 espectadores y costó aproximadamente 1.600.000 pesetas. Las Arenas, actualmente abandonada, fue testigo de hechos trascendentales en la historia de Cataluña, como el mitin de El Chico del Azúcar celebrado en 1916. Más tarde va a convertirse en escenario de conciertos musicales, y espectáculos de circo. La última corrida se celebró el 9 de junio de 1977.

En 1914 se inauguró El Sport, la tercera plaza de Barcelona, financiada por la empresa Milà i Camps (la familia propietaria de la Casa Milà del Paseo de Gracia). Después de algunas reformas, la plaza se reinauguró dos años más tarde con el nombre de La Monumental. Actualmente es la única plaza de la ciudad dónde todavía se celebran corridas.

No solo Barcelona ha sido un centro taurino importante, sino que, en la provincia de Gerona, por ejemplo, se tiene constancia de la celebración de fiestas taurines desde 1715, a pesar de que la primera plaza de la comarca no se construyó hasta el 1819. Actualmente todavía se hacen corridas en la plaza de Santa Eugènia, inaugurada el 1897. Antes, pero, se construyó la plaza de Figueres, concretamente en 1894, financiada por el farmacéutico local, el señor Pau Gelart. También tienen, o han tenido plazas: Tarragona, Vic, Olot, Tortosa y Caldes de Montbuí. La más moderna de Cataluña está en Lloret de Mar, construida en 1965 gracias a la familia Fàbregas i Zulueta.

Como nota curiosa, hace falta reseñar que el día 23 de Abril de 1950, en esta plaza, se filmaron escenas de la película "Pandora y el holandés errante" interpretada por Ava Gardner, James Masson y el actor y torero catalán Mario Cabré.

Evidentemente el éxito de la tauromaquia en Cataluña, respondía a la demanda del público aficionado. En un principio, las plazas las hacían construir y las financiaban los mismos espectadores, y se convertían en propietarios y administradores. El éxito creciente favoreció la profesionalización de la gestión de las plazas y aparecieron empresarios que se dedicaban a contratar carteles y a hacerlos circular por las plazas de toda España. Aquí en Cataluña, uno de los empresarios más importantes fue Pedro Balañá Espinos (1883-1965) que desde el 1939 controlaba las plazas de Barcelona, Palma de Mallorca y otros lugares del Principado. Curiosamente Balañá no era aficionado a los toros, pero se interesó cuando vio las posibilidades empresariales que ofrecía y consiguió que Barcelona se convirtiera en un referente de las corridas a nivel nacional. Especializado en el ocio, Balañá también era propietario de varias salas de cine.

La afición a los toros en Cataluña también favoreció la aparición de toreros catalanes. El primero fue Pere Ayxelà Peroy (1824-1892). Hijo de Torredembarra, Peroy aprendió a torear a Nimes, en el sur de Francia (el otro país referencial en el arte de los toros) e importó las maneras típicas de las corridas de toros francesas, pero las readaptó y fusionó al estilo nacional que se estaba creando en aquel momento. Reconocido más por su valentía y su habilidad que por su arte, Peroy triunfó en Francia, en España y sobre todo en América, dónde vivió durante muchos años.

Cronológicamente, el otro torero catalán que apareció fue Mario Cabré, cualificado, según el crítico Antonio González, como el mejor del segundo tercio del siglo XX.

Pero en Cataluña han surgido también otros personajes importantes del mundo de los toros como por ejemplo Juli Aparici (1865-1897); Eugeni Ventoldrà Niubó (1895); Carmel Tusquellas Fuerzan (1893-1967); Joaquim Bernadó (1936) amigo de Cabré, que destacó por su estilo elegante con la capa y la muleta. O también el banderillero José Bayard Cortés (1858-1906) que introdujo importantes variaciones en el vestido de picador, renovó las técnicas del rajoneo y modernizó la pica.

La pasión torera fue desapareciendo de Cataluña, despacio y por razones diversas. Uno de los factores más importantes es la carencia de ganaderías propias. Los toros de lídia (para torear) venían de otras provincias y esto encarecía las corridas. Otro factor fue la implantación masiva del cine en todas partes. Tal y como pasó con el teatro, el público se especializó y se repartió. Por otro lado, empresarios como Pedro Balañá vieron que era más rentable abrir salas de cine, que organizar corridas.

Otro factor importante es el aumento en la sociedad de una conciencia a favor de los derechos de los animales.

Otro factor, y quizás el más crucial, va más atado a la política y a la cultura propia del país. Es indudable que Cataluña ha sido un referente de la tauromaquia nacional y mundial durante muchos años, pero en un momento político en qué Cataluña necesitaba crear una identidad que la diferenciara del resto de España, se optó por esconder una tradición compartida con el resto de la Nación.

toros en cataluña


La primera plaza de toros de España fue la de Olot, en la provincia de Gerona.

El toro es un elemento clásico que forma parte de las fiestas de los países mediterráneos desde hace siglos. Las celebraciones con participación de toros han ido evolucionando a lo largo de los años, según los habituales factores externos.

En Cataluña hay constancia de la celebración de “correbous” y corridas de toros, como mínimo, desde el siglo XV. Ripoll, Camprodon, Figueres, Vallfogona, Sant Andreu de Llavaneres, Vic, Tortosa, Cardona y Olot son sólo algunos de los pueblos dónde se celebran, o se han celebrado, fiestas con toros.

Al contrario de lo que se pueda pensar, las corridas de toros, tal y como las entendemos actualmente, no son una tradición andaluza. De hecho, antes de que se celebraran corridas en Andalucía, ya se celebraban en el sur de Francia, en Cataluña y en el País Vasco.

El papel de Cataluña y de los toreros catalanes en la evolución del arte de la tauromaquia ha sido crucial. Muchas de las leyes, paseos y tradiciones fueron creados aquí. Barcelona fue, durante muchos años, la ciudad más importante del mundo con respecto a toros, y llegó a mantener, con éxito, tres plazas a la vez dónde se celebraban corridas semanales, con carteles de primera fila.

La edad de oro del toreo catalán empieza en 1834, con la inauguración de la primera plaza de toros que hubo en Barcelona. Conocida popularmente como El Torín, fue proyectada por el arquitecto Josep Fontserè i Domènech a partir de un encargo de la Casa de la Caridad, que celebraba corridas para financiar sus gastos. En esta plaza, situada en el popular barrio de la Barceloneta surgió la tradición, mantenida todavía ahora, de acompañar las aclamacions del público con música. Una tarde que toreaba, con mucho de éxito, Rafael Molina Sánchez, Lagartijo (1841-1900), alguien del público, por enfatizar la calidad del trabajo, gritó: ¡Música! Y la orquesta tocó. Desde aquel momento, en todas las plazas, se acompañan las ovaciones del público con música. El Torín cerró sus puertas el 1923, tras casi un siglo de corridas.

La segunda plaza que se inauguró en Barcelona es la de Las Arenas, que se construyó en 1900 siguiendo el estilo mudéjar, muy de moda en la construcción de las plazas de toros de la época. El diseño era del arquitecto August Font i Carreras, tenía capacidad para 14.900 espectadores y costó aproximadamente 1.600.000 pesetas. Las Arenas, actualmente abandonada, fue testigo de hechos trascendentales en la historia de Cataluña, como el mitin de El Chico del Azúcar celebrado en 1916. Más tarde va a convertirse en escenario de conciertos musicales, y espectáculos de circo. La última corrida se celebró el 9 de junio de 1977.

En 1914 se inauguró El Sport, la tercera plaza de Barcelona, financiada por la empresa Milà i Camps (la familia propietaria de la Casa Milà del Paseo de Gracia). Después de algunas reformas, la plaza se reinauguró dos años más tarde con el nombre de La Monumental. Actualmente es la única plaza de la ciudad dónde todavía se celebran corridas.

No solo Barcelona ha sido un centro taurino importante, sino que, en la provincia de Gerona, por ejemplo, se tiene constancia de la celebración de fiestas taurines desde 1715, a pesar de que la primera plaza de la comarca no se construyó hasta el 1819. Actualmente todavía se hacen corridas en la plaza de Santa Eugènia, inaugurada el 1897. Antes, pero, se construyó la plaza de Figueres, concretamente en 1894, financiada por el farmacéutico local, el señor Pau Gelart. También tienen, o han tenido plazas: Tarragona, Vic, Olot, Tortosa y Caldes de Montbuí. La más moderna de Cataluña está en Lloret de Mar, construida en 1965 gracias a la familia Fàbregas i Zulueta.

Como nota curiosa, hace falta reseñar que el día 23 de Abril de 1950, en esta plaza, se filmaron escenas de la película "Pandora y el holandés errante" interpretada por Ava Gardner, James Masson y el actor y torero catalán Mario Cabré.

Evidentemente el éxito de la tauromaquia en Cataluña, respondía a la demanda del público aficionado. En un principio, las plazas las hacían construir y las financiaban los mismos espectadores, y se convertían en propietarios y administradores. El éxito creciente favoreció la profesionalización de la gestión de las plazas y aparecieron empresarios que se dedicaban a contratar carteles y a hacerlos circular por las plazas de toda España. Aquí en Cataluña, uno de los empresarios más importantes fue Pedro Balañá Espinos (1883-1965) que desde el 1939 controlaba las plazas de Barcelona, Palma de Mallorca y otros lugares del Principado. Curiosamente Balañá no era aficionado a los toros, pero se interesó cuando vio las posibilidades empresariales que ofrecía y consiguió que Barcelona se convirtiera en un referente de las corridas a nivel nacional. Especializado en el ocio, Balañá también era propietario de varias salas de cine.

La afición a los toros en Cataluña también favoreció la aparición de toreros catalanes. El primero fue Pere Ayxelà Peroy (1824-1892). Hijo de Torredembarra, Peroy aprendió a torear a Nimes, en el sur de Francia (el otro país referencial en el arte de los toros) e importó las maneras típicas de las corridas de toros francesas, pero las readaptó y fusionó al estilo nacional que se estaba creando en aquel momento. Reconocido más por su valentía y su habilidad que por su arte, Peroy triunfó en Francia, en España y sobre todo en América, dónde vivió durante muchos años.

Cronológicamente, el otro torero catalán que apareció fue Mario Cabré, cualificado, según el crítico Antonio González, como el mejor del segundo tercio del siglo XX.

Pero en Cataluña han surgido también otros personajes importantes del mundo de los toros como por ejemplo Juli Aparici (1865-1897); Eugeni Ventoldrà Niubó (1895); Carmel Tusquellas Fuerzan (1893-1967); Joaquim Bernadó (1936) amigo de Cabré, que destacó por su estilo elegante con la capa y la muleta. O también el banderillero José Bayard Cortés (1858-1906) que introdujo importantes variaciones en el vestido de picador, renovó las técnicas del rajoneo y modernizó la pica.

La pasión torera fue desapareciendo de Cataluña, despacio y por razones diversas. Uno de los factores más importantes es la carencia de ganaderías propias. Los toros de lídia (para torear) venían de otras provincias y esto encarecía las corridas. Otro factor fue la implantación masiva del cine en todas partes. Tal y como pasó con el teatro, el público se especializó y se repartió. Por otro lado, empresarios como Pedro Balañá vieron que era más rentable abrir salas de cine, que organizar corridas.

Otro factor importante es el aumento en la sociedad de una conciencia a favor de los derechos de los animales.

Otro factor, y quizás el más crucial, va más atado a la política y a la cultura propia del país. Es indudable que Cataluña ha sido un referente de la tauromaquia nacional y mundial durante muchos años, pero en un momento político en qué Cataluña necesitaba crear una identidad que la diferenciara del resto de España, se optó por esconder una tradición compartida con el resto de la Nación.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Ese árbol-ellos

Ese árbol-ellos

¡Que urgencia de flores! De alpiste, de colores.
¡qué necesidad de un poco de ese amor que se mira a los ojos sin testigos!
No se si llegaré con agapantos o con dalias, o simplemente con un poco de la nata que abría las mañanas.
O solo con mis manos abiertas
Para sentir
Para dar
Para pedir
Para activar florines y achupallas
Corridas de toros imaginarias,
Pinturas intensas
Carcajada entre canciones
Inventos amorosos
Champaña con humitas
Hermanos como hormigas

Ese árbol – él


Ese árbol – él
Fue difícil tu adustez final
La oscuridad que elegiste
para celebrar el amor más luminoso de la vida

no tuvo canciones, ni dulce de membrillo tu partida
tuvo abrazos, memorias doloridas,
espléndidas nostalgias
otra vez bajo el mismo árbol
otra vez la misma tierra
las mismas ojeras esperando

no se si pude abrazar tu despedida
no tenían abrazos mis relojes
fúmate hoy conmigo mi silencio
dame, por favor, unos minutos de tu muerte

Ese árbol - ella


Ese árbol - ella

por qué no pude más que contener tus huesos
ya sin vigor, ya sin sonrisas, ya sin flores de papel
ya sin asombros

solo me quedó una canción entre las lágrimas
dispuesta a regar tus versos, tus bellas ojeras profundas
tus deslumbramientos cotidianos

no sé si te llevaste al fondo
ese poema que escribí para ti
la misma noche que llenamos de geranios clandestinos
los sueños de ambos

no se por qué no he vuelto
a ese árbol que florecía nietos y bisnietos
mientras te encontrábamos un lugar en sus raíces

vuelvo a ti, sin embargo, en mis dolores
en mis sueños imposibles
en el juguete que aún no armo
en la cometa que temo echar al viento

vuelvo a ti,
robadora de geranios
a besarte en la tierra que yo mismo puse
sobre la ceniza de tu historia

jueves, 5 de febrero de 2009

ANTON

Durante nueve meses en la panza de tu madre te soñé
imaginando cada día tu carita, tus manitas, tus pies,
al fin llegó ese día, te vi nacer, si te vi nacer, bella, increíble mágica y ya buena, entonces se iluminó mi vida, fuiste un nuevo amanecer.

pasa el tiempo...ahora ya casi una mujer
grande, segura, mas linda cada ves te veo, y aun sigues siendo mi bebé, muchas veces en mis brazos te arrullé, te cante y te bese, mientras te observaba y pensaba, lo hermosa que ibas a ser.

Hoy cumples quince años, como siempre, allí contigo estaré,
para compartir los sueños mágicos, de mi hija chiquita que ya es mujer.


Y gracias hija por tu alegría,
tu amor y tu compañía. Y sobre todo por darme la oportunidad de ser tu Papá y verte crecer.


Te amo mucho mas allá de las estrellas.


Papá

domingo, 7 de diciembre de 2008

jueves, 4 de diciembre de 2008

Texto del Roque


Por Roque Iturralde G.

Hermosa y controversial a la vez, "violenta y tierna" (como dice una canción), la fiesta de toros genera cada día más discusión y polémica, a medida que nuestras sociedades se internan en la cultura light de la nueva era, a medida que los intelectuales hablan en los foros académicos sobre la posmodernidad y que los medios de comunicación reemplazan progresivamente las ágoras donde se discutía la filosofía, por capítulos renovados de Los Simpson y el Internet permite que niños de Argentina y de la India, se maten en los juegos en red, sin mirarse a los ojos, y sin saber quién está del otro lado de la línea.

El encanto de la fiesta brava tiene algo de inexplicable, porque no es racional, porque no responde a silogismos o números. Tiene algo de atávico, pues nos remite a la emoción más primaria; el miedo y al enemigo más esencial; la muerte.

Sí, porque en la plaza circula el miedo; miedo del torero, quien sabe que la única forma de salir ileso del embate de esas dos muertes afiladas que el toro tienen en la cabeza, no es enfrentarlas con fuerza, sino con extrema delicadeza. La manera de que esas agujas no hieran de muerte, es dominarlas y bordar con ellas. Someterlas no es reducirlas, sino sumarse a su dinámica, aunarse con su ir y venir, armonizar la respiración con la del toro, entrar en su cancha y jugar con sus reglas de ritmo, velocidad, fuerza; ser parte de su dibujo. Sólo entonces, cuando la faena es una con el toro, el peligro aparentemente desaparece para el hombre y el miedo se convierte en logro, en placer, en euforia.

Circula el miedo en el graderío; escondido bajo los sombreros y tras las copas de vino, el miedo es un secreto masivo que se suspira entre muletazos. Cuando el peligro es más que una novelería de fanáticas chic, la plaza se queda en silencio y se puede oír el rasgar del aire de los pitones duros, rozar de la arena de las zapatillas del toreo, el rumor del viento en la capa; entonces el toreo es real, deja de ser un "happening", para convertirse en un ritual, en el único ritual en el que puede llegar al ara del sacrificio, tanto el sacerdote como la víctima traída para el efecto. Cuando no hay silencio en la plaza, es porque no hay miedo, es decir porque no hay ritual, no hay toreo.

Y es el miedo el que dibuja laberintos en la arena, convertido en toro. Porque el toro embiste como efecto también del miedo. Ha crecido para defender su espacio, para no permitir que el trapo rojo, o el hombre de las luces y las estrellas, o la música, o los gritos, ocupen su lugar. Se sabe, se siente provocado y agredido y actúa para defenderse; solo que su estrategia no es huir, sino ocupar el espacio del otro. Solo los mansos huyen. No dan combate. Buscan artimañas para dañar, se van del lugar tirando cornadas, se refugian en las tablas. El toro, cuando es bravo de verdad, se sabe el guión. Sabe que el caballo es su enemigo y lo embiste con decisión cuando aparece en la plaza. Sabe que no debe distraerse un segundo en la pelea y por ello no raspa el piso buscando agua. Sabe que puede ganar la pelea, y por eso sigue en ella hasta el final.

Con el término Thaumatsein, Aristóteles se refiere al asombro como elemento disparador de la sabiduría. Usa el término, para referirse a la sensación del hombre que, admira ante lo que encuentra de manera natural inexplicable, asombro-admiración que le lleva a preguntarse y reflexionar, y como tal, a la filosofía, base del conocimiento y el descubrimiento de la verdad.

Acuña también Aristóteles el concepto de catarsis, trayéndolo de la medicina, y utilizándolo para referirse a la tragedia, que en tanto representación teatral, es de gran utilidad para los espectadores quienes ven proyectadas en los actores sus bajas pasiones y sobre todo porque asisten al castigo que éstas merecen, consiguiendo ellos de esta manera un efecto purificador. La contemplación de la tragedia y la participación del espectador mediante su ánimo (entiéndase mediante su alma) en ella, hace que someta espíritu a profundas conmociones que sirven para purgarlo. Luego de participar en el duro castigo que el destino, y ellos con él, han infligido a los malvados, sienten su alma más limpia. Se sienten mejores ciudadanos.

Así, la fiesta/tragedia de los toros recurre al asombro frente a lo inexplicable – la muerte agazapada en las agujas del astado –y provoca en el público la catarsis cuando la tragedia se resuelve a favor del hombre, cuya imagen delicada, ligera, indefensa, incluso femenina, triunfa finalmente sobre la brutal energía de su enemigo animal.

Ese proceso de catarsis, en que la purificación se encuentra además artesonada con un nivel simbólico y estético que supera lo que la cotidianidad nos brinda y deja en el ánimo la impronta de un encuentro ritual lleno de una brutalidad ternura, que borda sobre la arena instantes plásticos y emociones que, una vez más, nos remiten a ese asombro primal.

Mucho más que testimoniar el ritual, el público participa en él, de manera equidistante. Por el escenario es un círculo, por eso la plaza es un regazo, un vientre, en el que todos los actores, están a la misma distancia de la muerte, y el toro bravo, el verdaderamente bravo, ofrece siempre su muerte, equidistante de todos los asistentes.

¿A favor o en contra de los toros?

¿Se puede estar a favor o en contra del mar, o de un huracán, o del amor?

¿Es elegible el asombro ante la muerte y la naturaleza?

¿Es el alma un músculo voluntario?

¿Podemos congelar el miedo?

lunes, 3 de noviembre de 2008

Paco y Gabriela en XILITLA,
un paraje tropical escondido tras de la Sierra Gorda en la Huasteca Potosina.

martes, 28 de octubre de 2008

Gabrie y Paco

La semilla es como una piedra, dura, oculta tras una cáscara. Pero la planta tiene que soportar mil y un peligros. Y no todas las plantas alcanzarán la altura necesaria para florecer, para dar mil y una flores...

Son pocos los seres humanos que llegan al florecimiento. ese estadio de dar flores. Ese momento de sembrar, florecer, ser semilla florecer, ese momento mágico, único, de generar, de trascender y de regalar al mundo lo mejor de uno mismo, ese momento de llorar y dejar de ser uno para regalar a la vida el futuro, el incógnito..todo. ese momento de amar definitivamente, ese momento que te sucede y te envuelve te enreda te hace ser mas y te regala el mejor momento de la vida, el proyectar y ser vida para siempre., ese momento en el que somos únicos, hijos, abuelos, padres y futuro.

Hace falta coraje para convertirse en planta y hace falta amor para convertirse en flor. Una flor es árbol abriendo su corazón, soltando su perfume, dando su alma, derramando su ser sobre la existencia.


No quiero perderme esa aventura porque sé que me conducirá al propio conocimiento, al re-conocimiento mi destino. Hazme parte.



Goza.


Yo se lo que es.
les QUIERO MUCHO

miércoles, 15 de octubre de 2008

viernes, 19 de septiembre de 2008

Batman, Robin y Batichica en Chapultepec, Santas Pelotas Saltarinas!!!

martes, 16 de septiembre de 2008